VENUS POLISÉMICO DE OTOÑO
A las 6 de la mañana, las seis en punto, ni un segundo más ni uno menos, el cielo es tapiz de terciopelo azul marino, casi negro y condensa, concentrada oscuridad.
¡Cómo se encogía la luna desde el cuarto menguante hasta hoy!
Luna nueva, algo así como no-luna pero camuflada en su renacer.
Luna chiquita junto al lucero de la mañana brillando, limpio, creciente. Él no disminuye porque le atribuyeron amor.
Sí, Venus para los romanos, planeta disfrazado de estrella allí al Este como colgado, evoluciona tranquilo sobre las peñas.
Anunciador de claridades de Sol que avanza y resucita paisajes y los dora pulverizando mil tonos de rojo y algo así como naranjas-salmones orlados de violetas... en gamas hasta el fucsia fascinante para Eva.
Venus se retira.
Ha terminado felizmente su misión y con el contento del deber cumplido cuelga en el cuerno de la luna su uniforme de conserje plata-brillante hasta el próximo turno de noche.
Ya descansa en su hogar cósmico disfrutando del otoño entre aromas de hojas secas y castañas.
Sabe Venus que confunde las miradas de los hombres: estrella del crepúsculo versus lucero de la mañana.
Acaban de explicarle que es polivalente, incluso los lingüistas lo bautizan polisémico...
Pero poco importa qué digan ahora las revistas del corazón. Tampoco cree en el lenguaje políticamente correcto de los gestores del voto más o menos democrático.
Como estrella de la mañana o lucero del alba se avergüenza cuando los mejores e inspirados lo comparan con aquella Mujer Virgen y Madre coronada por doce estrellas; o con su Jesús: el más bello entre los hijos de los hombres.
Entonces cae en la cuenta de que así sirve para algo más; porque muchos al contemplar tanto brillo se trascienden a sí mismos… levantan su corazón al Cielo y alaban a Quien diseñó ese Cosmos en los talleres verdaderamente creativos e innovadores de la Eternidad.
A las 6 de la mañana, las seis en punto, ni un segundo más ni uno menos, el cielo es tapiz de terciopelo azul marino, casi negro y condensa, concentrada oscuridad.
¡Cómo se encogía la luna desde el cuarto menguante hasta hoy!
Luna nueva, algo así como no-luna pero camuflada en su renacer.
Luna chiquita junto al lucero de la mañana brillando, limpio, creciente. Él no disminuye porque le atribuyeron amor.
Sí, Venus para los romanos, planeta disfrazado de estrella allí al Este como colgado, evoluciona tranquilo sobre las peñas.
Anunciador de claridades de Sol que avanza y resucita paisajes y los dora pulverizando mil tonos de rojo y algo así como naranjas-salmones orlados de violetas... en gamas hasta el fucsia fascinante para Eva.
Venus se retira.
Ha terminado felizmente su misión y con el contento del deber cumplido cuelga en el cuerno de la luna su uniforme de conserje plata-brillante hasta el próximo turno de noche.
Ya descansa en su hogar cósmico disfrutando del otoño entre aromas de hojas secas y castañas.
Sabe Venus que confunde las miradas de los hombres: estrella del crepúsculo versus lucero de la mañana.
Acaban de explicarle que es polivalente, incluso los lingüistas lo bautizan polisémico...
Pero poco importa qué digan ahora las revistas del corazón. Tampoco cree en el lenguaje políticamente correcto de los gestores del voto más o menos democrático.
Como estrella de la mañana o lucero del alba se avergüenza cuando los mejores e inspirados lo comparan con aquella Mujer Virgen y Madre coronada por doce estrellas; o con su Jesús: el más bello entre los hijos de los hombres.
Entonces cae en la cuenta de que así sirve para algo más; porque muchos al contemplar tanto brillo se trascienden a sí mismos… levantan su corazón al Cielo y alaban a Quien diseñó ese Cosmos en los talleres verdaderamente creativos e innovadores de la Eternidad.
Luces que anuncian vida; vida que anhela Vida. Iniciada aquí… plena Allá.
Vida que se sabe de paso.
Cuando olvida esa su arquitectura efímera reivindica permanencias aquí y... entonces se frustra y deprime aquí y allá… errática vaga desnortada… desorientada… a trompicones.
No tenemos aquí una ciudad definitiva: escribió en su e-mail el remitente de Tarso.
Lo olvidan doctores, Morin y Montes… muchos más… negocios de occidente, occidens, occidentem… allá donde nubes oscuras de negros presagios negocian subcultura de muertes… ajenas, claro está.
Morin, morir, Montes, Mortis… Doctores-Deseo y Muerte: ¡No!
Vida que se sabe de paso.
Cuando olvida esa su arquitectura efímera reivindica permanencias aquí y... entonces se frustra y deprime aquí y allá… errática vaga desnortada… desorientada… a trompicones.
No tenemos aquí una ciudad definitiva: escribió en su e-mail el remitente de Tarso.
Lo olvidan doctores, Morin y Montes… muchos más… negocios de occidente, occidens, occidentem… allá donde nubes oscuras de negros presagios negocian subcultura de muertes… ajenas, claro está.
Morin, morir, Montes, Mortis… Doctores-Deseo y Muerte: ¡No!
Oriens, Vita, semper vivens… Amaneceres de un tiempo nuevo:
Venus, ágape Vida, Luz: ¡Sí!... ¡Otra vez!... ¡Vuelve siempre!Rafael Hernández Urigüen
(San Sebastián- Donostia, 2008)